Friday, April 23, 2010

Escritura Creativa #4


El Camino a las Vacas

El sendero se llamaba “el camino a las vacas.” Cuando era niña, vivía en el campo norte de Holland, Michigan. Era bien rural, mi casa se localizó en la esquina de la 160 y Nuevo Holandés. Cada calle marca una milla. El camino a las vacas corrió en un cuadro de cuatro calles. En la última calle, el sendero pasó frente de una granja con dos vacas muy viejas y flacas.
La primera vez que mi madre me llevó por el sendero tenía diez años. Mi madre estaba entrenando para una maratón. Corrimos por toda la ruta, sólo caminamos algunos minutos cuando pasamos las vacas, para decir “hola”. Sin saber toda mi situación, esta historia no parece muy rara. Pero soy especial. Soy diferente. Nací con solo un pulmón, y los doctores me dijeron que nunca podía hacer ejercicios y que la ausencia de mi pulmón iba a causarme problemas toda mi vida. Pero a mí no me gustaba escuchar a los doctores y decidí correr. Casi todos los días. En el camino a las vacas. Por eso correr y este sendero eran de gran importancia para mí.
Después de cumplir este camino la primera vez, lo hice casi cada día. Siempre sonreí a las vacas cuando las pasé. A veces corrí con mi madre, mi padre o mi perro Fluffy, y a veces con sólo mi música y mis pensamientos. Correr simbolizó fuerza para mí, y aunque no era fácil, a veces arrancaba un punto en que mi pulmón y mis piernas olvidaban de dolor. Cuando esto pasó, corrí alrededor de la ruta de las vacas dos o tres veces. Mis vecinos probablemente pensaban que estaba loca. Pero no me importa, continué corriendo. Hasta que un día todo cambió.
Estaba en la escuela secundaria, grado 10. Un día llegué tarde (como era muy típico) a mi clase de ciencias. Pero esta vez mi maestro no sonrió ni hizo un chiste sobre mi irresponsabilidad. De hecho, no había ninguna estudiante en la clase ni sonriendo ni hablando. Todos los pupitres estaban ocupados menos el mío y el de mi mejor amigo del mundo, Matt. El maestro me pidió hablar conmigo afuera de la clase. Estaba preocupada, pensando que finalmente él me iba a dar un castigo por llegar tarde tantas veces. No estaba lista para lo que tenía que decirme.
“Hubo un accidente. Matt se murió.”
Recuerdo cada detalle como si fuera ayer. Los ojos azules de mi maestro llenos de dolor. Las paredes parecen invadir mi espacio. No pude hablar. No pude ver claro. No pude respirar. Por suerte estaba vestida en mi uniforme del fútbol porque mi equipo iba a tener un partido este día. Se les cayeron mis libros y corrí de la escuela. Nadie me trató de parar. Me permitieron correr, y correr y correr. Corrí las 15 millas de mi escuela a mi casa sin parar. De mi casa empecé la ruta de las vacas. Cuando estaba casi terminada la ruta, paré donde habían las vacas para descansar un minuto. Pero cuando paré, mis sentidos regresaron a mi cuerpo. Me sentí enferma. Vomité dos o tres veces y me caí en la tierra y cerré mis ojos.
Me desperté algunas horas después en el hospital. Sufría deshidratación pero nada más. No estaba muerta, como el mejor amigo que he tenido en toda mi vida. No fue bien. No estoy bien.
Hoy en día corro cuatro o cinco veces cada semana. Pedo nunca por el camino de las vacas. No he caminado un paso en este camino desde 6 años, el peor día de mi vida. Este día cambió mi vida para siempre. No quiero revivir alguna parte de este día nunca otra vez. El camino de las vacas fue mi camino por mucho tiempo. Pero ahora no es mío. No tengo un camino ahora. Todavía lo estoy buscando.

No comments:

Post a Comment